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SIDA Y SEXO EN LA IGLESIA CATÓLICA

La tasa de SIDA entre los curas católicos de EE UU 

es 4 veces mayor que la media

 

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/ESTADOS_UNIDOS/tasa/sida/curas/catolicos/EE/UU/veces/mayor/media/elpepisoc/20000201elpepisoc_3/Tes/

 

ROSA TOWNSEND - Miami - 01/02/2000

 

 

Cientos de sacerdotes católicos de Estados Unidos han muerto de sida o están infectados con el virus HIV, que produce la enfermedad, según una investigación publicada por el periódico The Kansas City Star.

 

Decenas de sacerdotes y expertos consultados por el rotativo a lo largo de año y medio coinciden en señalar la homosexualidad, considerada pecado por la Iglesia católica, como la principal causa de la enfermedad que afecta a los miembros del clero en una proporción cuatro veces superior a la del resto de la población estadounidense.

 

Ni los cardenales de EE UU ni el Vaticano han querido hacer declaraciones al respecto, pero otros miembros de la Iglesia católica norteamericana han calificado la situación como "el gran fallo de la Iglesia". El obispo auxiliar de Detroit, Thomas Gumbleton, manifestó: "Los sacerdotes homosexuales y heterosexuales no han sabido cómo gestionar su sexualidad, su deseo sexual, y lo han hecho de una forma poco sana".

 

Padecer en secreto

 

Las muertes por sida entre los sacerdotes católicos norteamericanos han sido un tabú que ha forzado a muchos a guardar su padecimiento en secreto y, en algunos casos, a morir en soledad. Según los archivos revisados, la mayoría de los certificados de defunción mencionan neumonía y otras enfermedades relacionadas con el SIDA, pero nunca se refieren a la enfermedad en concreto. En otros casos, los certificados se han falsificado.

 

Una cuarta parte de los 3.000 sacerdotes que respondieron a la encuesta confidencial del periódico estadounidense se ha quejado de la falta de educación sexual en los seminarios y del manto de silencio con el que tradicionalmente la Iglesia ha cubierto la ruptura del celibato. Al mismo tiempo alabaron la compasión con la que la Iglesia trata a los sacerdotes que padecen SIDA.

 

Cerca del 60% de los encuestados anónimamente afirmó conocer personalmente "al menos a un sacerdote" que ha muerto por SIDA, y un 35% conoce a varios sacerdotes que viven con la enfermedad o son portadores del virus. En EE UU hay 60 millones de personas que profesan la religión católica y 46.000 sacerdotes.

 

No hay cifras exactas sobre los sacerdotes muertos a causa del SIDA ni de los que están infectados, pero las fuentes citadas por la investigación periodística sitúan el número entre 200 y 750 desde mediados de los años ochenta. El médico jesuita John Fuller, del Boston Medical Center, cree que hay "varios centenares".

 

 

La Iglesia Oculta Pedofilia, SIDA y algo mÁS:

 

http://cleveland.indymedia.org/news/2009/05/38817.php

http://www.20desetiembre.org/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=82

 

Lunes, 30 de octubre de 2006

 

Carlos Machado

Buenos Aires - Argentina

info@PeriodicoTribuna.com.ar

Asociación Civil 20 de Setiembre

www.20desetiembre.org

Hace más de una década que se ha vuelto muy notoria la crisis de ética y credibilidad por la que atraviesan amplios sectores de la Iglesia Católica. Sin embargo, uno de los problemas que alimenta esa crisis data en realidad de siglos: la violación de los votos de castidad, el abuso sexual y la pedofilia, tres estigmas muy alejados de los sufridos por Jesucristo pero que están firmemente grabados en muchísimos de sus representantes en la Tierra, y que cuentan con una lamentable complicidad: el encubrimiento del Vaticano.

Las monjas también atraen

Hay muchos sacerdotes abusadores que no desprecian, por supuesto, echarle mano a un cuerpo femenino. Pasando por todas las épocas y desde el “tigre del siglo XVII”, Gaspar de Villarias, hasta hoy, abundan los casos de curas que no se resisten a la debilidad de la carne cuando aparece alguna colaboradora por la sacristía o cuando comparten tareas evangelizadoras con monjas. Y son abundantes estos últimos casos, a punto tal que ya existen varias organizaciones conformadas por religiosas para defender sus derechos, hartas de verse trabajando como esclavas al servicio de los curas y también, lo más grave, como “carne sacerdotal”.

En marzo de 2001 tomaron estado público denuncias hechas a muy alto nivel sobre el abuso generalizado de monjas en África por parte de sacerdotes y el encubrimiento del Vaticano. La realidad y magnitud del problema fue descripto en un reporte por sor María McDonald, madre superiora de Las Misioneras de Nuestra Señora de África. Su informe, titulado “El problema del abuso sexual a religiosas en África y Roma”, fue minimizado por las jerarquías del Vaticano. El padre Noktes Wolf, abad primate de los monjes benedictinos ha afirmado, sin embargo, que el abuso continuo de monjas africanas es una realidad y no un asunto de casos aislados. Entonces surge la pregunta: ¿por qué los abusos precisamente contra monjas y religiosas? Sencillamente por esto: en África, las monjas se han convertido en un grupo especialmente vulnerable porque el voto de castidad las hace candidatas menos probables para ser portadoras del virus del SIDA. Por lo tanto son consideradas “compañeras sexuales seguras” por muchos clérigos.

La extensión y falta de respuesta de este fenómeno ha provocado protestas formales de parte de monjas a muy alto nivel. Por ejemplo, la Conferencia de Estudio de las Hermanas de África Oriental (SEASC sus siglas en ingles) denunció formalmente estos abusos, a través de sus delegadas, ante la Conferencia de Obispos de África Central y Oriental, luego de su reunión en Kampala, Uganda, en agosto de 1995. La SEASC tiene la representación de 15 mil monjas de ocho países africanos y cuenta con una fuerza considerable. En su queja formal decían: “Consideramos esto un asunto de justicia, el cual creemos que ya no puede ser ignorado”.

Por su parte las monjas mexicanas, hartas de los constantes atropellos que van desde ser utilizadas como simples sirvientas hasta sufrir violaciones sexuales de sus superiores religiosos, comenzaron también a integrarse en un gran movimiento internacional de protesta. A través de organizaciones mundiales como la Federación Internacional de Monjas o la Coalición de Monjas Americanas, las religiosas ya organizan sus propios “sínodos” y encuentros internacionales para bombardear con sus demandas al Vaticano, pero ya van mucho más allá de exigir un alto a los abusos sexuales. Están pidiendo además que se cree un “ombudsman religioso”, el celibato opcional, ejercer sus preferencias lésbicas y ser sacerdotisas y obispas. Cuestiones que al Papa y al cuerpo cardenalicio los vuelven más rojos que el color de sus capelos, y no de rubor sino de ira.

Esta rebelión de las monjas, que en los últimos cuatro años va provocando choques cada vez más frecuentes con el Vaticano, coincidió por ejemplo en 2003 con la exhibición, en México, de la película “En el nombre de Dios”, donde se revelan los maltratos, los abusos, incluyendo los sexuales, y las vejaciones que miles de mujeres –huérfanas, madres solteras y jóvenes violadas- sufrieron en la congregación católica Hermanas de la Magdalena, en Irlanda, durante la década de 1970 y hasta mediados de la de 1980.

Si bien no es habitual encontrar este tipo de información en muchos medios de prensa, ya sea por la censura vaticana, la gubernamental o por tratarse de medios muy vinculados de una manera u otra a la Iglesia, puede apreciarse que en México y otras partes del mundo, también las monjas ya están luchando contra el complot de silencio que pretende cubrir, como una sombra, los abusos de que son objeto.

El SIDA en la Iglesia

Otra realidad incuestionable sobre la cual la jerarquía católica ejerce, empecinadamente, la censura o el ocultamiento –intentando preservar a la fuerza una imagen que ya se le escapó de las manos hace tiempo- es la existencia del SIDA entre sus miembros. Ya en enero de 2000 el diario estadounidense “The Kansas City Star” había hecho una investigación que revelo que “cientos de sacerdotes católicos mueren de SIDA en Estados Unidos y cientos más viven con el virus que causa la enfermedad”, señalando que “la Iglesia y las órdenes religiosas necesitan reconocer que existe un problema, que los sacerdotes practican el sexo y que son susceptibles a las enfermedades de transmisión sexual, incluso el SIDA”.

Según ese diario, “la cifra de curas que han muerto por SIDA es difícil de determinar, pero al parecer la enfermedad provoca al menos cuatro veces mas muertes entre sacerdotes que entre la población general de Estados Unidos, de acuerdo a testimonios médicos y a análisis de salud, mientras cientos más viven con el virus de inmuno deficiencia adquirida (VIH)”. Indica además que el hecho de que el número exacto de sacerdotes muertos por SIDA o infectados sea desconocido, se debe en parte a que muchos de ellos sufren su padecimiento en forma solitaria, sin revelarlo a nadie, y que cuando deciden comunicárselo a sus superiores, los casos se manejan generalmente de manera callada. Cita el caso de Farley Cleghorn, un epidemiólogo del Instituto de Virología Humana de la ciudad de Baltimore, quien declaró al diario que trató a unos veinte sacerdotes con SIDA, los cuales mantuvieron su enfermedad en secreto.

Esta cuestión fue tratada, sin sensacionalismo alguno, en una película británica que las autoridades eclesiásticas intentaron censurar o boicotear hace pocos años (como lo intentaron a mediados de este año con “El Código Da Vinci”). Se trata de “Dios te salve” (“Conspiracy of Silence” su titulo original), filme que aborda el tema del celibato y denuncia el silencio de la Iglesia en torno a la epidemia de SIDA dentro mismo de la institución. La historia, cuyo guión fue premiado por la International Screenwriting Awards, está ubicada en la católica Irlanda actual, y comienza con la conmoción causada por un cura que se atreve a denunciar, en medio de un concilio del Vaticano, que en la Iglesia hay religiosos muriendo de SIDA, por lo que es severamente sancionado y enviado fuera del país. La imagen más impactante de la película es aquella que muestra las palmas de las manos del religioso con la leyenda pintada “La Iglesia muere de SIDA”, pegadas desesperadamente al cristal de la limusina que lo lleva forzadamente al aeropuerto. El caso es que las muertes de sacerdotes por SIDA han sembrado tanta preocupación en la Iglesia, que la mayor parte de las diócesis y órdenes religiosas están requiriendo actualmente a los aspirantes al sacerdocio que se sometan a un examen de VIH antes de su ordenación. Siempre bajo la más absoluta discreción, obviamente. Al menos el obispo Raymond Boland, titular de la diócesis de Kansas City, reconoció sin tapujos que las muertes por SIDA muestran que “los sacerdotes son humanos”.

 

REPORTAJE

El sexo pierde al Vaticano

 

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/sexo/pierde/Vaticano/elpepisoc/20090531elpepisoc_1/Tes

 

Las violaciones y sevicias descubiertas en Irlanda se han producido en otros muchos países - La jerarquía católica practica una política de secretismo y ocultación

 

JUAN G. BEDOYA 31/05/2009

 

"Si no podemos ser castos, al menos seamos cautos". Esta ironía, que el pensador George Bernanos pone en boca de su simpático cura rural, define el espíritu con que la Iglesia romana se enfrenta a los comportamientos sexuales de sus clérigos. Lo malo es cuando la hipocresía o el ocultamiento alcanzan a actividades delictivas, como la pederastia y otros abusos de poder. Es esa política de secretismo, avalada por el Vaticano, la que ahora tiene sumida a la jerarquía católica en un escándalo de colosales proporciones. Afecta a la muy católica Irlanda. Los hechos son devastadores, con testimonios de 1.000 alumnos en 216 escuelas, reformatorios u orfanatos, y relatos estremecedores de violaciones, abusos y sevicias a niños y niñas, habitualmente de hogares humildes.

 

La jerarquía exhibe una pertinaz voluntad de proteger a los abusadores

Algunos clérigos se creen superhombres y por encima de la ley

 

Lo sucedido en Irlanda se ha producido en otros muchos países. En España hay numerosas denuncias, con media docena de condenas judiciales contra sacerdotes pederastas. Pero es difícil conocer la magnitud del problema, dada la tendencia de la jerarquía a ignorar, e incluso tapar, los escándalos. Las instrucciones del Vaticano son sintomáticas. Ante cualquier denuncia, hay que asegurar la reserva total, dice una instrucción de 1962.

 

Cuando Dante Alighieri describió en la Divina Comedia el sufrimiento, en lo más hondo del Infierno, de numerosos sodomitas, se detuvo sobre todo en un grupo de sacerdotes libertinos. También encuentra allí a un obispo de Florencia. El poeta se cansa pronto de ajustar cuentas "ante pecado tan notorio". "Saber de alguno es bueno / de los demás será mejor que calle / que a tantos como son el tiempo es corto", se disculpa (Canto XV).

 

Por entonces, se castigaba severamente a los eclesiásticos de vida depravada. Un decreto papal de 1568, titulado Horrendum, ordenó que "los sacerdotes que abusen serán privados de todos los oficios y beneficios, y entregados a los tribunales seculares para su castigo". Se ha incumplido con escandalosa frecuencia.

 

El caso más notorio es la protección de Juan Pablo II al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Durante décadas, Maciel y algunos de sus lugartenientes sometieron a abominables abusos a cientos de muchachos, especialmente en el seminario de Ontaneda (Cantabria). Sólo tras la muerte del Papa polaco, en 2005, el famoso pederasta fue apeado de su enorme poder, con la orden tajante de alejarse de Roma. Se recluyó en México. Fue su único castigo en vida. Falleció ahora hace un año.

 

El primer escándalo por ese comportamiento encubridor se produjo en Italia en una de las escuelas pías del aragonés José de Calasanz. Fundador de la Orden de Clérigos Regulares Pobres, conocidos ahora como escolapios, Calasanz reprimió la divulgación del abuso sexual de niños por sus sacerdotes. Pagó por ello. Uno de los pedófilos, el padre Stefano Cherubini, tuvo tanto éxito en el encubrimiento de sus delitos que incluso llegó a ser superior de la orden, arrinconando al fundador. La orden fue clausurada por Inocencio X. Calasanz murió a los 91 años en Roma, todavía en desgracia. Ocho años después, Alejandro VII lo rehabilitó. Fue hecho santo en 1767.

 

El sexo fue un asunto desprovisto de importancia para los primeros cristianos y es prácticamente ignorado por san Pablo (el temperamental apóstol llegó a decir que "es mejor casarse que abrasarse"). Pero pronto se impuso la idea de que el celibato era superior, el matrimonio inferior, y el sexo, en consecuencia, un acto perverso. Fue el obispo Ambrosio de Milán (373-397) quien desbrozó el camino. Hombre "imponente", según san Agustín (por su sabiduría y porque "leía sin hablar", un hábito desconocido en el mundo clásico), Ambrosio impuso el criterio de que la vida conyugal era incompatible con una carrera en la Iglesia. "Incluso un buen matrimonio es la esclavitud", dijo. De ahí al celibato obligatorio de los eclesiásticos quedaba un paso, entre agrias disputas.

 

La pertinaz decisión de ocultar o proteger las desviaciones sexuales de los clérigos disolutos, incluso cuando son delictivas, tiene que ver con el concepto heroico que los eclesiásticos tienen de sí mismos. "La Iglesia es una preciosa élite de superhombres porque el espíritu actúa en ellos. Hay que defenderla de la contaminación, venga de donde venga", predica Tertuliano.

 

Julio Pérez Pinillos, ex presidente de la Federación Internacional de Sacerdotes Católicos Casados (FISCC), cree que el escándalo de los abusos sexuales por sacerdotes "remite a la inconveniencia de mantener esa ley eclesiástica medieval y no evangélica". "El celibato obligatorio favorece relaciones clandestinas, y da pie a abusos que sufren sobre todo los menores, las mujeres y la descendencia cuando se da. Qué buen servicio haría a la claridad evangélica y al merecido buen nombre de muchos sacerdotes y religiosos y religiosas entregados a las comunidades cristianas la revisión de esa ley del celibato, formulada a mediados del siglo XII".

 

Emilia Robles Bohórquez, de la organización Proconcil, subraya, por su parte, que "no es toda la Iglesia quien delinque", pero que compete a toda la Iglesia, "con valor, transparencia y energía, afrontar el hecho". Añade: "Dada la gravedad de las situaciones, hay que revisar la manera de afrontar la sexualidad, pero antes urge limpiar y desinfectar los sótanos de algunas instituciones que, lejos de lo que dicen ser, son, con demasiada frecuencia, nidos de bichos". Robles cree que en ese empeño de limpieza, la jerarquía necesita "colaborar con las instituciones civiles y alejarse de complicidades y victimismos".

 

Pese a que fue entre los esclavos, los humildes y las mujeres entre quienes primero se propagó el cristianismo, la agresiva tradición antifeminista avanza pronto en la nueva organización eclesiástica. Es ese desprecio a la mujer, incluso el aborrecimiento, por donde se ha colado el afán de dominación y todo tipo de abusos, sobre todo sexuales. No es posible comprender esos comportamientos prepotentes sin escuchar a los padres de la Iglesia proclamando la abyección de la mujer y el sexo. Así se explica, también, que las principales víctimas, por millares, de la Santa Inquisición fuesen mujeres, arrastradas a la hoguera por brujas o portadoras de pecado.

 

Había dicho, por ejemplo, san Juan Damasceno: "La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el corazón del hombre, hija de la mentira, centinela del infierno". Y santo Tomás de Aquino: "La mujer es un hombre malogrado. Un ser ocasional: sólo el hombre ha sido creado a imagen de Dios". O Alberto Magno: "La mujer es un hombre ilegítimo y tiene la naturaleza incorrecta y defectuosa". Incluso el gran Agustín, obispo de Hipona, sostuvo que "el marido ama a la mujer porque es su esposa, pero la odia porque es mujer", y que "nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer". ¿Hablaba por experiencia? Padre de un chico al que llamó Deodato (dado por Dios), repudió a la madre sin contemplaciones para hacer carrera eclesiástica.

 

Otro cantar es la homosexualidad entre el clero cuando se convierte en signo de poder o antesala de abusos pedófilos. Sostiene Ramón Teja, presidente de la Sociedad de Ciencias de las Religiones y catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Cantabria: "Era lugar común en la literatura ascética de la antigüedad que la decadencia del monacato se produjo por la presencia de jóvenes en los cenobios. Lo advertían los padres del desierto con dichos como éstos: ’Un diablo fue a golpear a la puerta de un cenobio y vino un joven a abrirle. El demonio, al verle, dijo: Si estás tú aquí no hay necesidad de mí’. Para los monjes, los jóvenes, más que las mujeres, son un lazo del diablo". Otro dicho de época: "Donde hay vino y jóvenes no se necesita a Satanás".

 

Teja ve en los casos de abuso un hilo conductor común: la idea de que el sexo no cuadra bien con lo sagrado. "No he encontrado textos que reflejen mayor tolerancia hacia la fornicación homosexual que hacia la heterosexual, pero es reveladora esta sentencia que parece reflejar una cierta graduación de pecados: ’El monje no debe cultivar la amistad con un joven, ni el trato con una mujer, ni tener amistad con un hereje".

 

Las cosas no han mejorado en la actualidad. Todavía en 2001 el teólogo redentorista Marciano Vidal fue castigado por la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisición) por considerar la sexualidad humana como "un lujo de la naturaleza" (la persona, un ser sexuado, un modo de percibir al otro, etcétera), y por entender las relaciones prematrimoniales, la homosexualidad o la masturbación. La severa notificación inquisitorial contra el gran moralista español lleva la firma del cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI.

 

El libro de Marciano Vidal Moral de actitudes es una referencia imprescindible para comprender las agitadas relaciones del cristianismo con el sexo y la mujer. Vidal recuerda en Moral del amor y de la sexualidad que "castidad" procede de "castigo" ("que la razón impone a la concupiscencia domándole como a un niño", escribe santo Tomás de Aquino).

 

Marciano Vidal, por cierto, subraya la indulgencia con que el buen san Alfonso contempla un escote (ubera) de mujer. "Pectus non est pars vehementer provocans ad lasciviam"("El pecho no es parte que provoque vehementemente la lascivia"), escribe el fundador de los redentoristas. Hay una simpática anécdota del papa Juan XXIII ante la exuberante Sofía Loren. Cuando era nuncio en París, el carismático Papa del Concilio Vaticano II se encontró en un acto oficial con la actriz italiana, que lucía generoso escote."¡Benedetto, quel Calvario!", suspiró con sonrisa desarmante, para regocijo de los presentes. Fue beatificado por Juan Pablo II en el año 2000.

 

El argumento libidinoso se sostiene muchas veces para expulsar del sacerdocio a la mujer. Se lo recuerda Umberto Eco al cardenal Carlo Maria Martini en el diálogo publicado con el título ¿En qué creen los que no creen? Eco dice al cardenal que Tomás de Aquino usa el argumento propter libidinem (a causa de la lujuria) porque si el sacerdote fuese mujer, los fieles (varones) se excitarían al verla. Rebate Eco: "Dado que los fieles son también mujeres, ¿qué ocurre entonces con las muchachitas que podrían excitarse ante un cura guapo?". El autor de El nombre de la rosa recuerda al prelado las páginas de Stendhal en La Cartuja de Parma sobre los fenómenos de incontinencia pasional suscitados por los sermones de Fabrizio del Dongo

 

 

ANÁLISIS: Análisis

Celibato, sexualidad y amor

 

Juan Masiá 31/05/2009

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Celibato/sexualidad/amor/elpepisoc/20090531elpepisoc_2/Tes

 

¿Origina abusos el celibato del cura? ¿Son compatibles matrimonio y ministerio? ¿Es inhumano renunciar al sexo? Preguntas retadoras piden respuestas audaces. Arriesguémonos a plasmar en aforismos el tema vidrioso.

 

1. Celibato no se opone a matrimonio. Ambos contrastan con solteronías o emparejamientos insignificantes. La opción religiosa célibe será minoritaria; no por eso elitista, ni mejor que el matrimonio, no monopoliza la dedicación apostólica o el seguimiento radical de Jesús.

 

2. Sexualidad es más que genitalidad y amor es más que sexualidad. La especie humana, al amar, se diferencia por elegir en la encrucijada: ayudarse a crecer personalmente, o destruirse mutuamente.

 

3. Necesitamos redescubrir la ternura, más allá de la permisividad y el moralismo. Un beso amoroso puede fundir a dos personas más íntimamente que un coito sin ternura. La psicología social critica la obsesión an-orgasmo-fóbica, es decir, el miedo a no alcanzar el orgasmo utópico prometido por la literatura excitante.

 

4. El acoso sexual del clero es abuso de poder e injusticia, no mero incumplimiento de voto o lastre de formación de invernadero: crisis de pubertad reprimidas explotan con retraso en forma de abusos y desviaciones en la integración sexual. Reconocidas sin ocultamiento, habrá que cortarlas y repararlas.

 

5. En vez de ética sexual prohibitiva, una ética constructiva de las relaciones, centrada en el respeto y ayuda al crecimiento mutuo, valdrá para parejas heterosexuales u homosexuales; para relaciones interpersonales en comunidades célibes; o para relaciones de amistad entre personas con diversas opciones de vida.

 

6. Compatible la vida en pareja con el ministerio, podría conferirse la ordenación a personas casadas, solteras o viudas de ambos sexos, con aptitud para animar, servir y unir a las comunidades. Tampoco sería obstáculo la orientación sexual para el celibato opcional. Homosexual, heterosexual o asexual, lo decisivo es la aptitud de la persona.

 

7. Varios desenlaces son posibles, si incide un enamoramiento en la opción celibataria: a) cambio de rumbo en la vida; b) represión, pero con siembra de expectativas dañosas; c) funambulismo por la cuerda floja de la doble vida; c) a la defensiva, la persona se incapacita para amar y, por tanto, para el ministerio; e) re-eligir la opción, con gratitud y dolor, asumiendo los límites y proseguir el aprendizaje de amar más y mejor. El celibato opcional no niega el amor, pero conlleva tres renuncias: A la exclusividad de una relación íntima; al ejercicio de la sexualidad; y a la procreación y formación de una familia. No es fácil, sin represiones ni ambigüedades, integrarlas con el aprendizaje del amor. Vivir sin relación sexual puede tener sentido, pero vivir sin amar deshumaniza.

 

Juan Masiá, jesuita, es profesor de Bioética en la Universidad Santo Tomás de Osaka (Japón).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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