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LAS RELIGIONES Y EL ASESINATO

El Asesinato Moral

http://seldonmatrix.com/?p=1385

 

El día de hoy, en Kansas, un hombre llamado George Tiller fue asesinado en una Iglesia por ser un médico que atendía a pacientes mujeres que le solicitaban una operación 100% legal y protegida por sus derechos.

 

Estoy seguro que si les dijera que la operación era algún tipo de procedimiento estético, o para salvar su vida, el horror, el asesinato del médico les causaría horror automático. Sin embargo, como George Tiller operaba para abortar embarazaos, inmediatamente el horror del asesinato tomará su lugar en el “asiento de atrás” de la discusión, y nos concentraremos más en si el aborto es o no moral.

 

Mi respuesta es: ¡No importa! En Kansas, el aborto es legal, y George Tiller lo practicaba, y fue asesinado en una Iglesia por realizar una práctica legal. ¿Se imaginan si un grupo de repente decide que andar en bicicleta es inmoral y asesinan a Lance Armstrong? La ridiculez y el horror de lo que acaba de suceder no pueden ser eclipsadas solo por que el código moral que lo justifica va de acuerdo a mis creencias. ¿O sí?

 

Lamentablemente, la respuesta para muchos de nosotros es “sí”. El aborto está mal, por lo tanto, ¡qué bueno que mataron a George Tiller! El asesinato se vuelve una herramienta moralizadora para todos aquellos que anteponen su religión al sentido común (y, honestamente, ¿de qué otra forma se puede ser religioso?). Los musulmanes Saudis asesinan trabajadores en el WTC por la inmoralidad de Estados Unidos, los cristianos Americanos asesinan Doctores por la inmoralidad de su trabajo, y los judíos Israelíes asesinan musulmanes por la moralidad y divinidad del Sionismo. En todos los casos anteriores, la religión asesina para combatir “inmoralidades”.

 

Si en siglos anteriores las atrocidades más horrorosas de nuestra historia fueron cometidas por una lucha de poder o influencia, por gobiernos y naciones, queda claro que en este siglo la Guerra Mundial que enfrentamos no la encabeza ninguna nación ni gobierno, sino grupos de poder, algunos aislados, algunos pequeños, pero todos estrictamente organizados, y sobre todo, fuertemente convencidos que su versión de la moral es la única que debe prevalecer, incluso por encima de la Ley, y que para lograrlo se justifica hacer uso de la violencia.

 

Estos grupos radicales de fundamentalistas, independientemente de la denominación de su religión (cristiana, musulmana, mormona, evangélica, budista, y hasta comunista), le han declarado la guerra a la razón, al Estado de Derecho, a la Democracia, e incluso a los derechos humanos. Han juzgado que el modus vivendi de la Libertad es inmoral y debe ser exterminado. Están dispuestos a morir para lograrlo, pero lo más preocupante es que están dispuestos a matar para lograrlo. Nadie está a salvo.

 

Hoy fue George Tiller otra más de las víctimas de esta Guerra unilateral contra la razón y la libertad. Pero ya lo fue el Tibet, Palestina, y el World Trade Center. Lamentablemente, los fundamentalistas están ganando la guerra. El año pasado lograron que las Naciones Unidas reconocieran como derecho de las Religiones el evitar ser criticadas. El derecho de las religiones a esparcir su mentira es más poderoso que el derecho a la libertad de expresión. Esto contraviene la filosofía que construyó al Siglo más rico y más progresista de la historia de la humanidad, el Siglo XX. Recordemos que la filosofía básica del Siglo XX emanó principalmente de las 4 libertades de Roosevelt. La libertad de expresión es una de ellas. La libertad contra el miedo es otra de ellas. La protección contra la crítica no lo es. Por primera vez en la historia tenemos a una ONU censurando a aquellos que se atreven a criticar una filosofía, solo por que la filosofía es religiosa.

 

Podemos criticar a Microsoft que vende sistemas operativos. Podemos criticar a Wal-Mart que vende abarrotes. Podemos criticar a Shell que vende gasolina. Pero no podemos criticar a ninguna Iglesia, que vende una promesa de felicidad, por que es derecho de las religiones protegerse de las críticas. A los que venden cosas tangibles, que se atengan a la libertad de expresión… Pero a los que venden promesas metafísicas, nadie los puede criticar. ¿Dónde está la lógica en eso?

 

Y así, el asesinato justificado por una visión parcial y fundamentalista de la moral también quedará inmune a la crítica, y en el futuro próximo, impune a la ley. El mismo siglo que curó la polio, que comenzó andando a caballo y terminó conquistando la Luna y el espacio exterior, que sobrevivió dos Guerras Mundiales, que pasó de iluminar el hogar con aceite de ballena a darle poder a ciudades enteras con la fuerza del átomo, que pasó del libro a Google, que declaró los derechos humanos universales, será seguido por el Siglo XXI, el de la Gran Guerra Moralista.

 

La gran pregunta de nuestra época es la siguiente: ¿Preferimos preservar las conquistas de libertad y progresismo que nuestros abuelos nos regalaron, o queremos destruirlo para adaptarnos a una visión arcaíca de la moral que, se ha descubierto, no tienen ningún sustento físico, legal, o real?

 

Para traducirlo a una pregunta más sencilla: ¿Vamos a sentirnos asqueados por el asesinato de George Tiller, o vamos a permitir que su asesinato tome “el asiento de atrás” de la discusión y nos concentraremos en la moralidad de su trabajo legal?

 

Contestar esta pregunta es el reto más grande que ha tenido la humanidad. Es el reto que nos toca a nosotros. Y es uno que, espero, podamos responder acertadamente.

 

 

Derechos humanos y religión

Por David Villena Saldaña

http://comentariosperu.wordpress.com/2009/05/29/

Con 23 votos a favor, 11 en contra y 13 abstenciones, el Consejo de DDHH de la ONU aprobó el 26 de marzo pasado una controvertida resolución en contra de la “difamación de las religiones.” Este documento, aunque de carácter no vinculante, insta a los Estados a modificar sus “sistemas legales y constitucionales” a “nivel local, nacional, regional e internacional” de modo que se proteja a cualquier religión –y al Islam en particular– de eventuales o sistemáticas censuras públicas conducentes a la estigmatización de sus fieles. Según esto, la difamación de las religiones constituye una abierta afrenta a la dignidad, y, por ello, una violación a los DDHH.

El texto, propuesto originalmente por Pakistán a nombre de la Organización de la Conferencia Islámica (OIC), incurre en una serie de problemas conceptuales. En principio, obviando los tratados, la doctrina y la jurisprudencia del derecho internacional, concibe como sujeto no a la persona humana, sino a la religión. Ello es un error craso. Pues los derechos humanos buscan proteger a los individuos del abuso de sus Estados, no a los conjuntos de ideas frente a las críticas que puedan merecer o no.

La idea de difamación resulta también espuria en este contexto. Las personas son quienes tienen derecho a no ser difamadas, es decir, a que no se menoscabe sin prueba su reputación. Para aplicarse este concepto a las religiones, deberíamos conceder que cuentan con reputación, cosa que, en sentido estricto y no metafórico, no ocurre. Hay, pues, otro error categorial.

Al carecer de estatus jurídico, la religión, en sí misma, no tiene derecho alguno. Quien sí lo tiene es el creyente. A él, es legítimo protegerlo de la discriminación, persecución o violencia que tenga como causa su fe. Criticar una religión no equivale a incitar el odio contra sus practicantes. Debe distinguirse, por tanto, entre el derecho a la libertad de culto de las personas y el presunto derecho de la religión a no ser “difamada”.

Ahora bien, dado que los DDHH se aplican a todos los sujetos por igual, si se pretende que la religión sea finalmente un sujeto de derecho, entonces, en tanto conjunto de afirmaciones sobre la experiencia y el mundo, toda la protección que se le otorgue deberá otorgarse también a otros conjuntos de afirmaciones de este tipo. Así, si no se puede criticar a la religión, tampoco debería poder hacerse lo propio con ninguna teoría científica o ideología política, por ejemplo.

Esta resolución no constituye un avance en materia de DDHH. Se trata, más bien, de un retroceso, ya que acatarla conlleva al recorte de la libertad de expresión y de prácticas fundamentales de la democracia tales como el cuestionamiento o debate público de las ideas.

Es de lamentar que, con la sola excepción de Chile, los países latinoamericanos permitieran con su silencio –como es el caso de Argentina, Brasil, México y Uruguay– o de modo directo –como Bolivia, Cuba y Nicaragua– que este documento se imponga.

 

 

El asesinato de George Tiller

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